UN MATRIMONIO INESPERADO… El día del divorcio by Jeda Clavo
UN MATRIMONIO INESPERADO… El día del divorcio Capítulo 14

Capítulo 14: Un hombre capaz de todo.

La puerta de cristal se estrelló contra la pared mientras Javier salía hecho una fiera de las instalaciones de la empresa Davis.

Su respiración era un torbellino furioso, igual que la tormenta que se desataba en su interior.

Cruzó el aparcamiento a grandes zancadas, y sus ojos inyectados en sangre, reflejando cada destello de ira que chisporroteaba por sus venas, se sentía como un volcán que estaba a punto de erupción.

Sabía que había perdido la oportunidad de salvar a su empresa y que Andrew Davis había arruinado sus planes. Pero Javier era un hombre determinado y no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados.

Llegó a su auto un sedán negro que parecía esperarlo con la paciencia de un cómplice en la huida. Se dejó caer en el asiento del conductor y, antes de poder procesar un pensamiento coherente, sus puños arremetieron de manera continua contra el volante. El cuero crujió bajo el castigo, cada golpe acompañado por un torrente de maldiciones dirigidas hacia Andrew Davis.

-¡Maldito seas, Andrew Davis! ¡Quieres joderme la vida! -escupió entre dientes la voz ronca por la rabia.

La oportunidad que le habían arrancado de las manos era la única carta que le quedaba para salvar a la empresa de su familia del abismo.

Pero Javier no estaba dispuesto a rendirse sin luchar, estaba decidido a hacer todo lo posible para revertir esta situación, así tuviera que suplicar. Justo en ese momento se le vino a la mente su exmujer, esa era su solución, su carta bajo la manga, una última esperanza. Claudia. Solo ella podía ayudarlo a recuperar lo que había perdido..

-Debo hablar con Claudia–murmuró, como si al verbalizarlo pudiera hacerlo más real, más posible.

Solo ella tenía la influencia necesaria con Andrew Davis; solo ella podía tenderle ese salvavidas que tanto necesitaba. Y él estaba dispuesto a tragarse su orgullo, y a pedirle de rodillas si fuera necesario.

Con dedos temblorosos que apenas reconocía como propios, extrajo su teléfono móvil y marcó el número de Claudia. La llamada pareció eterna hasta que su voz, serena y cautelosa, llegó desde el otro lado.

“Aló, ¿Qué haces llamándome? Pensé que ya todo estaba dicho entre nosotros y la

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última vez que nos vimos no te importó echarme de tu casa y humillarme de la peor manera“, dijo la chica evidentemente molesta.

Claudia, lo siento, necesito hablar contigo -dijo Javier, pero Claudia no estaba dispuesta a escucharlo.

“No tengo nada que hablar contigo, así que voy a colgar la llamada“, expresó, pero el hombre gritó en tono suplicante..

-¡Por favor, no cuelgues! Necesito que nos veamos, es algo de vida o muerte dijo Javier, intentando aderezar su tono con angustia, la que sentía por estar en esa situación. Te invito a almorzar en un lugar neutral para que podamos hablar con tranquilidad.

Hubo una pausa que le pareció interminable, durante la cual Javier imaginó un nuevo rechazo de parte de Claudia. Pero cuando finalmente ella contestó, su voz denotaba indecisión más que negativa.

“Javier, lo siento, no sé sí…”

-Por favor, Claudia–interrumpió, dejando que la súplica impregnara sus palabras. Es importante. Realmente necesito tu ayuda.

Otra pausa, luego un suspiro resignado que fue como música para los oídos de Javier.

“Está bien, iré, dime la dirección de ese restaurante donde nos encontraremos“, dijo ella, y la promesa implícita en esa aceptación le devolvió un atisbo de

esperanza.

-Gracias susurró él y, tras acordar el lugar y la hora, colgó el teléfono.

Con el corazón todavía galopando en su pecho, Javier emprendió el camino de regreso a su oficina. Cuando ya casi estaba llegando la hora del almuerzo, Javier atisbó la silueta de Eloísa a través del vidrio esmerilado de la puerta.

Al abrirla, se encontró con la mirada expectante de la mujer que lo esperaba para

salir a comer.

Vine a buscarte para que vayamos a comer–expresó ella, una sonrisa adornando su rostro.

-Lo siento, Eloísa, tengo otro compromiso le dijo Javier, evitando su mirada. inquisitiva.

-¿Otro compromiso?¿Con quién? -replicó Eloísa, su ceño fruncido, revelando una mezcla de sospecha y decepción.

Pero Javier ya estaba alejándose, dejando atrás a una Eloísa pensativa y nada.

convencida.

El primero en llegar al restaurante del hotel, fue Javier, con una energía nerviosa que apenas podía contener, se sentó a esperar, y cuando vio que Claudia se estaba acercando, se levantó corriendo, la invitó a entrar y le abrió la puerta para que pasara al restaurante y antes de que ella tomara asiento, él le rodó la silla para que se sentara.

Claudia lo miró desconcertada porque jamás en el tiempo que estuvieron casados, él tuvo ese tipo de detalles con ella, todo lo contrario, su trato era brusco, violento y ahora su sonrisa luminosa contrastaba drásticamente con la frialdad de su último encuentro, y era evidente que su comportamiento había dado un giro de ciento ochenta grados.

—Claudia… quería pedirte disculpas por todo lo pasado —dijo Javier, con fingida franqueza, bañando cada palabra, sin embargo, Claudia no creyó en su

sinceridad.

-Javier, no estoy segura de por qué me has pedido que nos veamos. ¿Qué es lo que quieres de mí?-preguntó Claudia con reservas.

-Necesito que me ayudes con un contrato para mi empresa -soltó Javier, mientras ella lo miraba con recelo.

-¿Yo? Lo siento, pero no tengo ninguna empresa y ni un quinto para darte dinero – respondió ella encogiéndose de hombros.

-Tú no, pero tu esposo sí es el encargado de aprobar la firma de mi contrato…

Sus palabras fueron interrumpidas abruptamente por la entrada teatral de la nueva esposa de Javier. La mujer irrumpió como una tormenta, lanzando acusaciones histéricas y burlas crueles hacia Claudia.

-¡¿Qué haces aquí?! ¿Por qué sigues citándote con Javier si ya están divorciados? ¿Por qué insistes en verlo una y otra vez? ¿Quieres ser su amante? ¡Porque solo podrás ser eso, tú estás hecha para ser amante, no una señora! ¡Si crees que vas a quitarme a mi marido, estás muy equivocada! -escupió la mujer, su rostro deformado por el desdén. ¡Tú no vales nada! Eres insignificante, yo valgo más. que tú, por eso Javier te fue infiel conmigo durante años.

Claudia se levantó lentamente de la silla, su compostura imperturbable frente at la furia de la otra. Dirigiéndose a Javier con una sonrisa gélida y sarcastica, Claudia preguntó.

¿Quieres mi ayuda?

Por supuesto que la quiero–respondió él, ansioso.

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-Entonces empecemos porque abofetees y le des un parado a esta mujer por grosera, solo así estudiaré la posibilidad de ayudarte con tu petición.

Las palabras de Claudia flotaron en el aire, cargadas de un poder tranquilo que eclipsaba la histeria circundante.

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