Mi Salvador el Sen or Wilson ( Amelia Suarez ) -
Capítulo 10
Capítulo 10
“Mamá, mi dibujo ganó el primer premio, dibuje a mamá y a Lázaro, también al tio.
“Mamá, me preguntaron por qué no dibuje a papà….
“Mamă, ¿cuándo podrás volver a casa?“.
Damasc decía que Lázaro era muy maduro para su edad, lo comprendía era demasiado para un mño de cinco años.
A veces, sentía que la precocidad de su hijo era desgarradora.
P
Peni
“No llores, mamá, todavía tienes a Lázaro“. Lázaro se acurrucó en el regazo de Amelia, él era sólo un niño, le faltó mucho amor materno y seguridad.
Amelia se quedó abrazándolo, luego levantó la vista y se vio reflejada en el espejo.
Tenía el rostro pálido y sin color, una figura delgada y labios blancos, era como si… su corazón pudiera dejar de latir en cualquier momento.
La Amelia de antes tenía tanto belleza como figura, era una de las más destacadas en Bella Maravilla, pero ahora… Horacio tenía razón, no se diferenciaba mucho de un mendigo en la calle.
Su cuerpo había adelgazado hasta ser casi irreconocible.
Amelia fue encerrada por Horacio en el almacén trasero, se sentía mareada por la falta de alimento.
“¿Tienes hambre, mamá?“. Lázaro también tenía hambre, su estómago rugía.
Amelia se mordió la comisura de sus labios y lo consoló en voz baja. “Tranquilo, Lázaro, mamá irá a buscarte algo de comer“.
Después de acostar a Lázaro, Amelia se levantó y salió.
Horacio no podía vigilarla todo el tiempo, tenía que ir al hospital a visitar a Carolina, su prometida.
Amelia salió del patio con cuidado y vio a la niñera a quien preguntó en voz baja. “¿Hay… hay algo de
comer? El niño tiene hambre“.
La niñera miró con desdén a Amelia y rio con frialdad. “¿Quieres comer?“.
Entró a la cocina y volvió con dos cuencos de arroz.
Amelia se abrazó el brazo con miedo y se apresuró a dar las gracias.
Pero la niñera simplemente salió al patio y vertió todo en el plato de hierro donde se alimentaban a los perros callejeros.
Amelia evitó mirar, bajó la cabeza mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos.
Tenía hambre, Lázaro también tenía hambre, no tenía ni un centavo, tenía que encontrar una manera.
“¿Adónde vas?“, Al ver a Amelia dirigirse a la puerta, la niñera preguntó con enojo.
“Lázaro… Lázaro está aquí, no huiré, sólo saldré un momento“, explicó Amelia en voz baja.
La niñera gruñó y decidió no prestarle atención a Amelia, la señorita Carolina había instruido no darle dé comer y tratar de echarla.
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18:17
Una vez fuera de la villa, Amelia se frotó sus manos congeladas, el otoño en Bella Maravilla no era muy frío, pero podia congelar hasta los huesos.
Sin dinero, no sabía cómo conseguir comida para Lázaro.
Al llegar a un contenedor de basura, Amelia junto algunas botellas que nadie quería, pensaba que si reunía suficientes, podría cambiarlas por dinero.
“Vaya, ¿hoy el sol salió por el oeste? ¿Quién es esa? ¿No es la gran belleza, Amelia?“,
Era una zona de ricos y las antiguas compañeras de Amelia vivían por allí.
Al escuchar la voz sarcástica detrás de ella, Amelia se encogió de hombros. “Ustedes… se han equivocado de persona“.
Pero aquella mujer claramente no tenía intención de dejarla en paz y empujó a Amelia al suelo.
“No le creimos a Carolina cuando dijo que habías salido, pero resulta que es verdad“.
Amelia se encogió en el suelo y no se atrevió a levantar la mirada.
La mujer que la empujó se llamaba Esperanza Zavala, la segunda hija de la familia Zavala, había sido compañera de escuela de Amelia, siempre sintió una fuerte envidia hacia ella.
Antes, Amelia no quiso enfrentarse a ella, y ahora, menos aún.
“Amelia, mira como has terminado“, se burló Esperanza, luego se acercó a Amelia y le pisó fuertemente el tobillo.
“¡Ah…!“. Amelia gritó de dolor, su tobillo rápidamente se hinchó y enrojeció.
“De verdad que no tienes vergüenza, tu madre hizo un cambiazo y te puso a ti, una recogedora de basura despreciable, como la hija de la familia Suárez por más de veinte años“. Esperanza le dio una palmada en la cara a Amelia y luego le propinó una bofetada.
El zumbido en los oídos de Amelia era ensordecedor, pero parecía que ya se había acostumbrado a ello. En esos cinco años… en prisión… no fueron pocas las veces que la golpearon.
Sus lágrimas se acumularon, pero Amelia simplemente bajó la cabeza y no dijo ni una palabra.
“¿Cómo pudiste tocarla? Está tan sucia que da asco“. Otra joven de una familia adinerada dijo con desprecio mientras rápidamente sacaba una toallita con alcohol. “Límpiate las manos, rápido“.
“¿No has oído que se metió a un hotel con un hombre cualquiera y tuvo un hijo? Es repugnante, cualquiera puede acostarse con ella, seguro que está llena de enfermedades“. La joven adinerada frunció el labio.
Esperanza tomó la toallita con alcohol con una mueca de asco, se limpió una y otra vez las manos, luego la arrojó sobre la cara de Amelia y le dio una patada en el pecho.
El dolor era tan intenso que Amelia no podía respirar, se encogió junto a un basurero y continuó jadeando con dificultad.
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