Mi Salvador el Sen or Wilson ( Amelia Suarez ) -
Capítulo 11
Capítulo 11
En aquellos tiempos de la secundario, Esperanza lideraba las burlas contra ella y la maltrataba sin piedad.
Pero en aquel entonces… estaba Horacio para protegerla.
Ella amaba a Horacio, y fue después de aquella vez, cuando Esperanza y unas chicas la acorralaron en el baño sólo por tener una pulsera bonita y la patearon, que Horacio pateó la puerta del baño de mujeres y la sacó de alli.
En aquel momento, ella sintió que Horacio era como un rayo de luz en su vida.
Sólo que después, esa luz nunca más volvió a brillar sobre ella.
Y jamás habría otra persona que pudiera salvarla de la oscuridad.
Quizás, ese era el castigo que merecía.
Disfrutó más de veinte años de una vida privilegiada y sobrevivió tras haber sufrido una enfermedad.
Era el castigo del rey del infierno.
Amelia padecía de cardiopatía congénita y tuvo que ser operada cuando apenas había nacido, en aquella época, la cirugía cardiaca suponía un gasto significativo.
La madre biológica de Amelia no tenia tanto dinero y no quería verla morir sin hacer nada, por lo que en un acto impulsivo, intercambió la vida de Amelia con la de Carolina, quien estaba destinada a ser la hija de la familia Suárez.
Con la familia Suárez, Amelia tuvo una nueva oportunidad.
Así que
Amelia sabía que estaba en deuda con la familia Suárez y también con Carolina.
Si su madre no hubiera intercambiado sus vidas, Carolina habría sido la princesa amada por todos.
Ella debia pagar sus culpas.
Debia redimirse..
“Amelia, ¿estás juntando basura? ¿Estás tan necesitada de dinero?“. Esperanza dijo con una sonrisa mientras pateaba a Amelia. “No te hagas la muerta“.
Amelia sintió un oscurecimiento ante sus ojos y su corazón comenzó a latir más rápido.
“Te tengo un trabajo, vuelve a tus raices, acuéstate con hombres por dinero“. Esperanza miró hacia los jóvenes herederos que estaban detrás de ella. “No está mal, si mal no recuerdo, Teófilo te quería en la secundaria, llámenlo para que venga a divertirse, dile que ahora es fácil, con dinero es suficiente“.
Amelia respiraba con dificultad, quería replicar.
Pero ellas se rieron, se burlaron y la humillaron. Ese sentimiento… la hizo desear morir.
Pero Lázaro aún la esperaba.
“Esperanza, parece que ella no está fingiendo…“, una chica de familia rica murmuró. “No nos metamos en problema, mejor vámonos“.
“Carolina claramente nos está utilizando. Ella ha tenido suerte, ahora tiene a Horacio para protegerla, hizo una llamada y nos mandó aquí para molestar a Amelia, si algo le pasa, ¿no caerá la culpa sobre
18.30
nosotras?“, murmuró otra chica con más conciencia.
Al notar que Amelia no estaba actuando, Esperanza también comenzó a preocuparse y rápidamente se fue. “Maldita mala suerte“.
El silencio se apoderó del ambiente, Amelia se encogió por el dolor de su corazón.
¿Quién podría salvarla?
Le dolía mucho.
De verdad, dolia mucho.
Un auto negro salía de casa de los Zavala y se detuvo cerca.
Fausto bajó del auto y corrió nerviosamente hacia ella. “¿Señorita? ¿Está usted bien?“.
La voz de Amelia era ronca. “Medicina…“.
Al ver el rostro pálido de Amelia, Fausto rápidamente tomó una botella de agua mineral del auto y encontró un pequeño frasco de medicina en su bolsillo, luego le dio una pastilla para que la tomara.
Amelia estaba tumbada en el suelo, tomó mucho tiempo para que se recuperara.
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Amelia se apoyo para sentarse y agradeció en voz baja. “Gracias…”
Al ver que Amelia estaba mejor, Fausto finalmente respiró aliviado. “Vaya al hospital a chequearse“.
Amelia no dijo nada, sólo se arrodilló para juntar las botellas dispersas.
Lázaro aún la esperaba en casa.
En el auto, Wilson no habia bajado en ningún momento, frunciendo el ceño al ver a Amelia.
Era la hija de la familia Suárez, pero ahora terminó en ese estado.
“¿Tienes efectivo?“.
Fausto subió al auto y escuchó a Wilson preguntar con voz grave.
Fausto se quedó perplejo por un momento, luego buscó en sus bolsillos. ¿Quién llevaría efectivo encima en la actualidad? “Solo… sólo tengo diez dólares“, dijo.
“Dáselos“, ordenó Wilson con cierto disgusto.
Fausto no podía creerlo, ¿desde cuando el Señor Gallego era tan generoso?
Se apresuro a salir del auto y le entregó los diez dólares a Amelia. “Lo siento, no llevo más efectivo encima“..
Amelia estaba arrodillada en el suelo y alzó la vista hacia Fausto, sus ojos estaban llenos de lágrimas. “No… no hace falta“.
Aunque parecia ridículo, ella queria mantener un poco de dignidad.
Continuó juntando botellas, se apoyó en el contenedor de basura para levantarse y buscó en él algunas cajas de cartón que pudiera vender como material reciclable.
Al ver a Amelia alejarse cojeando, Fausto sintió una inexplicable tristeza.
Era una mujer bonita, ¿cómo había terminado juntando basura?
18:30
De vuelta en el auto, Fausto miró a Wilson. “Señor Gallego, ella no los aceptó
Wilson pareció molestarse, era corno si sintiera que habla entrometido demasiado en asuntos ajenos
Ante el silencio de Wilson, Fausto condujo con resignación.
“Para el auto“.
Al pasar por una pasteleria, Wilson habló de nuevo.
Fausto se quedó confundido, ¿qué pasó ahora?
“Compra algo y llévaselo“.
Fausto quedó aún más asombrado. ¿Qué le sucedia ese día al Señor Gallego?
¿Acaso habia encontrado a Pilar y la felicidad lo habla hecho actuar con tanta caridad?
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